El informe ACE (Adverse Childhood Experiences) realizado en EEUU en 1995 puso sobre la mesa la evidencia de cómo las adversidades, el estrés constante y las experiencias traumáticas vividas en la infancia tienen un impacto crucial en la salud de las personas.
Detrás de muchas de nuestras enfermedades están las consecuencias de los cambios que se generaron en nuestros cerebros en desarrollo cuando éramos niños.
Siento que es responsabilidad de todos y mía como sanitaria, el colaborar con la prevención de la salud física y mental de nuestros niños/as y ahora sabemos más que nunca que prestar atención a los primeros años de vida es clave para abordar esta cuestión.
Tenemos la oportunidad de revisar cómo tratamos a nuestros niños/as, conseguir los recursos necesarios para poder elaborar lo que a nosotros nos pasó, cortar la cadena y así convertirnos en los padres y madres que nuestros hijos necesitan.
Dejar atrás los miedos y permitir que nuestro Self, nuestra esencia, la mejor parte de nosotros mismos, lidere nuestras crianzas.
