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Con tus hijos, cuando te conectas, llegan las respuestas

¿Qué nos pasa? ¿Por qué nos resulta tan difícil confiar en nuestro criterio?

Nos convertimos en madres y padres más tarde que nunca y sin embargo, ¡estamos tan llenos de inseguridades!

Son preguntas que me rondan siempre y a las que me respondo desde muchos lugares.

Algunos me llevan a cómo fueron nuestras familias, qué mensajes escuchábamos cuando éramos pequeños. ¿Eran nuestras opiniones tenidas en cuenta?

Con cuánta frecuencia nos preguntaban:¿qué te parece a tí? ¿qué te gusta? ¿cómo lo ves tú?

Otros me llevan al colegio.

Y la reflexión desata preguntas del tipo: ¿cuántas opiniones distintas sobre el mismo tema se consideraban válidas?, ¿cuántas veces tuvimos la opción de elegir según nuestro criterio personal?, ¿cuánto estaba de valorado aquello que nos diferenciaba y cuánta intención se ponía en uniformarnos por dentro y por fuera?.

Llego a lugares más cercanos al presente y pienso: ¿cuántas veces nos han tratado como niñas/os en instituciones y servicios?.

Recuerdo mi parto y encuentro varios ejemplos de cómo caí en olvidarme de que yo era una adulta, formada y consciente y sin embargo me coloqué en el lugar de una niña en cuanto sentí que ese era el lugar que “me correspondía”.

Preguntas que me acercan a entender cómo al convertirnos en madres y padres, desconectados de nuestro propio ser, pendientes siempre de lo que “hay que hacer” de lo que los demás opinen, nos vemos tantas veces atascados en situaciones que creemos no saber resolver.

Yo también leí muchísimo, también hice muchos talleres, fui a todas las charlas a las que pude. Y me ayudaron mucho, pero no de la manera que yo creía que lo hacían. Con el tiempo me fui dando cuenta de que elegía todo aquello que confirmaba lo que yo sentía que tenía que hacer.

Me di cuenta de que lo que buscaba en realidad no eran las soluciones, pues aquellas que me gustaban las cogía y las que no las apartaba inmediatamente. Me di cuenta de que lo que estaba necesitando era APOYO.

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Porque con ese apoyo, me podía relajar, ya no tenía que defenderme de mi inseguridad y mis cuestionamientos, tenía la certeza de que había más gente que se sentía como yo, no era una locura fruto de las hormonas (esa frase terrible que muchas hemos escuchado).

Y desde esa tranquilidad de sentirme apoyada, podía CONECTAR mejor, escucharme a mí y escuchar a mi hijo y poco a poco salir de los baches que se nos iban presentando desde la serenidad de sentirme en paz conmigo misma y con él.