Volver al sitio

El modelo de los Sistemas de la Familia Interna

IFS

¿Has escuchado alguna vez decir a alguien: "Antes de poder amar a alguien, tengo que aprender a amarme a mi misma" o "Mi problema es que me falta autoestima" o "No quería hacerlo, pero no puede evitarlo?

¿Quién ésa a la que necesitamos aprender a amar y a querer y porqué nos resulta tan difícil?

¿Quién es la que nos hace hacer cosas que realmente no queremos hacer? ¿Nos perseguirá para siempre esa voz crítica existente en nuestra cabeza que nos pone todo tipo de apodos?

¿Existe alguna forma mejor de afrontar esa sensación de inutilidad que sentimos en el fondo de nuestro estómago?

¿Cómo podemos reducir el volumen de ese ruido interno que nos mantiene en un estado de ansiedad y distracción?

El modelo Internal Family Sistems (IFS) dispone de un conjunto de respuestas frente a estas preguntas que ayudan a las personas a relacionarse consigo mismas de una manera diferente,

amándose a si mismas.

Nos ofrece pasos concretos que podemos dar para lograr un mayor control sobre nuestras reacciones impulsivas o automáticas. Este modelo ayuda a transformar esa voz interna crítica en una voz de apoyo y a eliminar sentimientos de inutilidad. Es capaz, además, no solamente de reducir ese ruido interno en nuestra mente sino que, también, de crear una atmósfera interna de luminosidad y paz, aportando una mayor confianza, claridad y creatividad en nuestras relaciones.

En el Modelo IFS conseguimos esto logrando primero que una se centre en el interior de una misma. Por "enfoque interno" entendemos que una dirija su atención hacia sus pensamientos, emociones, fantasías, imágenes y sensaciones, es decir, su experiencia interna.

Para la mayoría de las personas eso supone un gran paso ya que hemos sido educadas para tener nuestra atención fijada en el mundo exterior, previniendo así eventuales peligros como también buscando satisfacciones en él. Este enfoque externo está justificado ya que en nuestro entorno existen motivos tanto para preocuparnos, como para estimularnos; sin embargo, existe otra razón por la cual muchas de nosotras no nos atrevemos a penetrar en nuestro mundo interior dado que tenemos miedo a lo que allí pudiéramos encontrar. Sabemos o intuimos que, en el fondo de nosotras mismas, se ocultan recuerdos y sentimientos que podrían abrumarnos, haciendo que nos sintiéramos mal con nosotras mismas, interfiriendo en nuestra capacidad de funcionamiento, determinando que actuáramos de manera impulsiva, cambiando nuestro modo de relacionarnos con los demás y volviéndonos vulnerables a nuevas heridas.

Esto es particularmente cierto si una a sufrido humillaciones que le han hecho sentirse una inútil o si ha experimentado traumas o pérdidas a lo largo de su vida.

Para evitar esto, tú te asegurarás de estar continuamente ocupada o distraída, no dando así nunca la oportunidad de que surjan recuerdos dolorosos. Organizarás tu vida de forma tal que garantice que nada pueda desencadenar la aparición de los recuerdos o emociones temidas. Procurarás tener un aspecto y comportamiento aceptables, trabajarás duro para demostrar que eres una persona valiosa, controlarás cuan estrechas o no pueden ser tus relaciones, intentarás hacer o necesario para ser querida por los demás.

Susana está muy ocupada en logar que sus hijos estén a gusto consigo mismos por lo que se siente fatal por la manera en la que ella pierde en ocasiones el control con su hijo. De vez en cuando él hace cosas sin mucha importancia como dejar tirada la ropa o llegar un poco tarde a casa, observando ella que reacciona gritándole como si acabara de matar al gato. A menudo es consciente de que tal reacción se va a apoderar de ella, pero no puede hacer nada para impedirlo. Luego, atormentada por el remordimiento, se odiará por ello pero la situación seguirá repitiéndose.

A pesar de todo lo que ha logrado, María se siente atormentada por la sensación de no ser suficientemente buena. La gente le alaba constantemente y le dice lo buena que es, aunque ella no logra aceptar esos elogios. Ella pone buena cara pero en el fondo, está convencida de que si la conocieran realmente, se sentirían defraudados. Sabe, a nivel intelectual, que es querida pero no logra quitarse de encima esa sensación de inutilidad.

Ana no es capaz de controlar lo que come. A pesar de probar diferentes dietas, trabajar con nutricionistas y practicar muchísimo ejercicio, cuando el impulso de comer dulce se apodera de ella, se queda impotente. Ella odia esa voz interna que le hace ir a comprar chucherías y, sin embargo, no consigue resistirse a ella.

Julia se queja de que solamente la atraen los hombres que la tratan mal. Si bien, hay muchos chicos amables interesados en ella, siente que la química se produce solamente con aquellos tios carismáticos que acabarán tratándola mal. Siente que está condenada a acabar siempre en una de estas relaciones.

Muchas de nosotras tenemos emociones o impulsos que somos incapaces de controlar. Pero además luchamos contra ello y nos enfurecemos con nosotras mismas por ser incapaces de controlarlos.

El impulso incontrolable en sí ya es lo suficientemente perturbador; sin embargo, la relación que solemos generar con ese impulso - tanto la frustración con él como la que acabamos teniendo con nosotras mismas por tenerlo- logra penetrar tanto en la idea que tenemos de nosotras mismas que nos hace sentir inútiles.

La manera según la cual nos relacionamos con algún pensamiento o emoción problemáticos no sólo no logra controlarlos sino que, además, llega a formar parte de nuestros problemas.

El monje budista Thich Nhat Hanh lo planteaba de la siguiente manera: "Si nos enfadamos con nuestra ira, tenemos al mismo tiempo dos iras que enfrentar."

Todas las personas que he descrito acudieron a terapia porque se encontraban en guerra consigo mismas. Se encontraban atadas a relaciones internas difíciles y, obviamente, sus relaciones externas evolucionaban de manera paralela a las internas.

Los problemas que les hicieron acudir a terapia no solo mejoraron de manera significativa cuando lograron cambiar la manera en la que abordaban e interactuaban con sus pensamientos y emociones sino que, además, lograron, en términos generales, reducir la sensación de agitación y ansiedad interna, gustarse más a sí mismas y tener en sus vidas mejores relaciones con las personas.

¿En qué dirección se produjo este cambio? Estas personas pasaron de odiar, temer, discutir; de intentos de ignorar, de encerrarse o de liberarse de; o de ceder y de verse abrumadas por dichos sentimientos y creencias, prestándoles atención.

La curiosidad que inicialmente sintieron por esos sentimientos y creencias les llevaron en muchos casos a sentir compasión por ellos, pasando luego a intentar ayudarles.

Introducción al modelo de Los Sistemas de la Familia Interna.

Richard C. Schwartz, Ph.D.